domingo, 22 de enero de 2017

CONTROL DE ENFERMEDADES


                        CONTROL DE ENFERMEDADES


Las enfermedades de plantas han causado pérdidas severas a los humanos de diferentes maneras.  En Irlanda por ejemplo, el hambre y la separación de familias fue el resultado de la hambruna desencadenada por la epidemia de tizón tardío de la papa (causada por Phytophthora infestans). También se perdieron recursos genéticos valiosos con la virtual eliminación del castaño americano por el chancro del castaño (causado por Cryphonectria parasitica). Otro ejemplo es la pérdida económica directa estimada en un billón de dólares en un año a los productores americanos de maíz debido al tizón sureño (causado por Cochliobolus maydis, anamorfosis Bipolaris maydis). Muchas enfermedades en plantas causan pérdidas anuales menos dramáticas pero a nivel mundial, se constituyen en pérdidas considerables a los agricultores y pueden reducir los valores estéticos de plantas utilizadas en jardines.
La meta del manejo de enfermedades en plantas es la de reducir el daño económico y estético causado por ellas. Tradicionalmente esto se ha denominado como control de enfermedades en plantas, pero los valores sociales y ambientales actuales estiman “control” como un término absoluto y muy rígido. Sin embargo, de este cambio en actitud se han dado como resultado enfoques más multifacéticos al manejo de enfermedades y manejo integrado de enfermedades. Medidas, a menudo severas y únicas, como son la aplicación de pesticidas, fumigación de suelos o quemas ya no se encuentran en uso.  Es más, los procedimientos del manejo de enfermedades están frecuentemente determinados por la predicción o modelos de enfermedades, más que basado por un calendario de actividades o de una simple recomendación. El manejo de enfermedades puede visualizarse como proactivo mientras que el control de enfermedades es reactivo, aunque resulta a menudo difícil distinguir entre estos dos conceptos, especialmente en la aplicación de medidas específicas.
Esta publicación muestra una visión general de algunos de los métodos, medidas, estrategias y tácticas utilizadas en el control o manejo de enfermedades en plantas.  Aquí no se tratarán programas específicos de manejo para enfermedades, ya que siempre existen variaciones de acuerdo con las circunstancias específicas de cada cultivo, por ejemplo, su localización, severidad de la enfermedad, regulaciones y otros factores. La mayoría de los estados tienen una agencia tal como el Servicio de Extensión Agrícola o el Departamento de Agricultura que formula y promulga las recomendaciones de manejo de enfermedades para cada lugar. La intervención de estas agencias es especialmente importante cuando las prácticas incluyen componentes regulados como lo son el uso de ciertos pesticidas o la existencia de cuarentenas. Se pueden encontrar procedimientos de manejo de enfermedades para algunos cultivos en particular en APSnet, Centro de Educación, Lecciones en línea de Enfermedades en Plantas.
Las prácticas de manejo de enfermedades en plantas se basan en anticipar la incidencia de la enfermedad y de atacar puntos vulnerables en el ciclo de la enfermedad (por ejemplo, puntos débiles en la cadena de infección). Por ello se requiere de un diagnóstico adecuado de la enfermedad para identificar el patógeno, el cual es el objetivo real de cualquier programa de manejo de una enfermedad.  (Vea: Tópico Introductorio: Diagnóstico de Enfermedades en Plantas).  Para un manejo efectivo de cualquier enfermedad es esencial un entendimiento exhaustivo del ciclo de la enfermedad, incluyendo los factores climáticos y ambientales que influyen en dicho ciclo y de las necesidades de manejo cultural que la planta requiere. 
Las muchas estrategias, tácticas y técnicas utilizadas en el manejo de enfermedades pueden ser agrupadas bajo uno o más principios de acción muy amplios en el sentido de la palabra. Las diferencias entre los diferentes principios no son muy claras. El sistema más simple consiste de dos principios, prevención (profilaxis en algunos escritos anteriores) y terapia (tratamiento o cura).
El primer principio (prevención) incluye tácticas de manejo de enfermedades que son aplicadas antes de la infección (en otras palabras, la planta es protegida de la enfermedad), el segundo principio (terapia o acción curativa) funciona con cualquiera medida aplicada después de que la planta ha sido infectada (es decir, la planta es tratada para la enfermedad).  Un ejemplo del primer principio es la aplicación de cuarentenas para prevenir la introducción de un agente causal de una enfermedad (patógeno) dentro de una región en donde no ha incidido previamente.
El segundo principio se puede ilustrar con los tratamientos térmicos o químicos de material vegetativo tales como bulbos, cormos, y estacas, para eliminar hongos, bacterias, nematodos y virus que se hayan establecido dentro del material vegetal.  La quimioterapia es la aplicación de químicos a una planta infectada o enferma para detener (ejemplo, erradicar la infección). Aunque se han efectuado diversos intentos para utilizar la quimioterapia, en muy pocos casos han tenido éxito.  En unas cuantas enfermedades en ornamentales o árboles de gran valor, la quimioterapia ha servido como un factor de contención que debe ser repetido a ciertos intervalos de uno a varios años.  Por ejemplo, se han efectuado infusiones de antibióticos en plantas para reducir la severidad de enfermedades causadas por fitoplasmas en palmas (amarillamiento letal) y en peras (declinación del peral) y fungicidas han sido inyectados en árboles de olmos para reducir la severidad de la enfermedad holandesa del olmo (causada por Ophiostoma ulmi) (Figura 1), pero en todos estos casos el químico terapéutico debe ser reaplicado periódicamente.  Existen también algunos fungicidas “sistémicos” tales como los inhibidores de la biosíntesis de esteroles (IBE) (SBI, en inglés) e inhibidores de la dimetilación (ID) (DMI, en inglés) que se difunden dentro de los tejidos de las plantas hasta cierta extensión y eliminan a las infecciones establecidas de tiempo reciente.
Figure 1




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